lunes, 24 de febrero de 2014

Valentía: la conquista del miedo



A veces creemos que la valentía es la ausencia de miedo, pero esto no es cierto. Valentía es enfrentarme y llevar a cabo mi objetivo pese al miedo.


Supone sabiduría para tampoco cometer temeridades pero eso no quita que tengamos cierta dosis de riesgo; ya que quien es valiente asume que puede fracasar y con ello perder cosas, pero aun así lo hace.
En definitiva ser valiente es salir de mi zona de confort. De lo que conozco.


Podríamos hablar de 3 facetas en las que podemos ser valientes:


  • Expresar desacuerdo. Esto es si estamos en un grupo y yo tengo una opinión minoritaria de la que estoy seguro. Sería no ceder a esa presión del grupo y ser capaz de argumentar lo que yo creo. Tendría aquí ciertos puntos en común con la asertividad, defender mis derechos y opiniones.


  • Superar la adversidad: Es decir en vez de huir de los obstáculos que se me vayan presentando una persona valiente los afrontará, aún como decía al principio a riesgo de perder cosas en el intento.


  • Por último estaría la valentía que ocurre en circunstancias excepcionales. Este tipo de valentía estaría un poco unida a la generosidad y al altruismo. Serían los ejemplos que vemos a veces en televisión de gente que salva a otros en incendios o cuando están ahogándose… Como digo es algo más excepcional.


¿PUEDO SER MÁS VALIENTE?


La valentía es una fortaleza y como toda fortaleza puede entrenarse. Así que la respuesta es sí.

Por supuesto esto no es un trabajo de un día y uno de repente no hace algo y se vuelve más valiente si no que debe entrenarse con pequeñas acciones.


Como decía antes tiene cierta vinculación con la asertividad por lo que una manera de “volverme más valiente” por así decirlo, es ser capaz en reuniones de participar, de mostrarme en desacuerdo con el grupo sin miedo al qué dirán. En definitiva sentirme libre para expresar mis convicciones. Al principio puedo hacerlo en grupos más cercanos para luego ser capaz de hacerlo en mi trabajo o con personas que no conozco.


Otra forma sería por ejemplo identificar una actividad que siempre he querido hacer pero que dejo de hacerla por vergüenza o por miedo. Por ejemplo ir a clases de salsa porque no tengo una pareja con quien ir o ir a teatro cuando a mí siempre me ha gustado hacer teatro pero me da vergüenza.


Como veis no se trata de grandes acciones, ya que la valentía es una aspecto muy subjetivo. Imaginemos una persona que tiene agorafobia y no es capaz de salir de su casa ¿sería valiente el decidirse a salir y dar una vuelta a la manzana? ¿Sería valiente para una persona que tiene fobia a los perros acercarse a uno? Para otros podrían ser acciones sin importancia pero para estas personas sin duda sería un acto de gran valentía. No pienses por tanto que ser valiente es llevar a cabo grandes hazañas universales, piensa ¿qué sería un reto para mí? Aprende a valorar estos pequeños actos de valentía que estoy segura están presentes en tu día a día.


Por último un aspecto muy importante a trabajar con la valentía es el miedo al fracaso. Cuando yo me enfrento a algo nuevo sé que puedo fracasar pero me decido a hacerlo porque tras valorar los costes o las pérdidas creo que me compensa lo que podría ganar. Es por tanto necesario reflexionar sobre qué pasaría si fracaso, ¿cómo me llevo yo con los fracasos? ¿He fracasado en algo importante en el pasado? ¿Cómo lo he vivido?

Quizá es el momento de valorar ahora lo que he podido aprender de ese fracaso. Y si también me he perdido alguna cosa importante por no superar ese fracaso.



Como digo enfrentarme no me garantiza que va a salir bien, pero ya se sabe lo que dicen. En el futuro solemos recordar más las veces que he dejado de intentar cosas… ese ¿qué hubiera pasado si…? Si hubiera demostrado mi amor a alguien, si me hubiera decidido a empezar ese negocio que me gustaba tanto, si lo hubiera intentado una vez más…



Termino con una frase de un gran personaje que murió hace poco que es Nelson Mandela y nos decía esto sobre la valentía y el miedo:

El coraje no es la ausencia de miedo, si no el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, si no el que conquista ese miedo.





Elena de Miguel
Psicóloga y coach

lunes, 17 de febrero de 2014

¿Sabemos hacia dónde nos dirigimos?




Si miramos a nuestro alrededor parece que hay dos sentimientos que nos rodean: la desesperanza y la desmotivación. Desde estos estados es muy difícil decidirse a intentar algo y muchas veces ponemos la excusa de es que tal cómo están las cosas…qué voy a hacer yo.


Ciertamente hay parte de la situación actual que escapa a nuestro control pero nosotros siempre podemos hacer algo.



Cuando una persona no tiene sus necesidades básicas cubiertas es muy difícil  pensar en nada más, su vivencia diaria se dirige solamente a sobrevivir, sin esperanzas en el futuro. Desgraciadamente en esta situación se encuentra cada vez más gente a la que no le queda otra que recurrir a la ayuda comunitaria.


Pero si lo pensamos bien, la mayoría de nosotros, por suerte no estamos en esa situación. Sí tenemos esa seguridad mínima y aunque quizá a veces nuestro futuro sea incierto, en general tenemos esperanza.


¿Por qué no nos movemos entonces?


Pues muchas veces por miedo a ese entorno en el que nos encontramos sumergidos, a arriesgarnos o equivocarnos con la que está cayendo y otras veces también porque no sabemos dónde dirigirnos.


Lo primero por tanto, antes de ponerme en camino es tener una META, sin una meta somos como el marinero que está en medio del mar sin brújula. Con una brújula siempre sabremos cual es el Norte.

¿Y qué es imprescindible que tenga una meta?

 

-         Debe ser específica

-         Debe contener una acción

-         Realista

-  Debe ser medible, objetiva en la medida de lo posible

- Debe inscribirse en un periodo temporal

-  Debe suponer un desafío pero sin sobrepasar nuestros recursos

-         Debe ser motivante, debe gustarme



Por ejemplo una meta podría ser:

Incrementar un 10% las ventas de mi negocio en un plazo de 3 meses


Entonces debería analizar los parámetros anteriores:

¿Es algo específico? Parece que sí

¿Contiene una acción? Sí, lo que quiero es incrementar mis ventas

¿Es realista? Pues tengo esperanza en que así sea (aquí deberé establecer un plan de acción de cómo voy a lograr ese objetivo y ver si es realista)

¿Es medible? Sí un 10% más de lo que tengo ahora. Esto no es tan claro en todas las metas pero sí intentar que en la medida de lo posible sea objetivo para saber cuándo lo he conseguido.

¿Tengo un periodo temporal? Sí, 3 meses

¿Es para mí un desafío sin superar mis recursos? Sí (aquí debería analizar primero cuales son mis recursos tanto internos como externos y si no dispongo de ellos ajustar mi meta a ellos.)

¿Me motiva? Por supuesto



El hecho de tener una META a uno ya le da una guía de viaje, y en sí mismo resulta motivante y mejora nuestro nivel de bienestar. Nos permite aprender, crecer, comprometernos con algo y genera acción. Además nos va proporcionando feedback al analizar si nos estamos acercando a esa meta o por el contrario nos alejamos.



Así que ya sabes  antes de ponerte en marcha, ten claro el objetivo al que te diriges. Cuando lo tengas claro y hayas llevado a cabo este análisis que te propongo ya no hay más excusas es el momento de ir a por ella.



Elena de Miguel 
Psicóloga y coach

martes, 11 de febrero de 2014

"Yo puedo con todo"





Cuantas veces nos hemos repetido mentalmente esta frase, como un mantra, intentando creer que es verdad que “yo controlo”. Sin embargo la experiencia nos pone los pies en la tierra: No tenemos el control de todo. Frecuentemente hay cosas que se nos escapan, frente a las cuales no somos expertos y ante las que no queda otra, que pedir ayuda


¡Cuánto nos cuesta dar este paso!


Debemos confiar en el otro y por qué no, ser humildes para aceptar que yo, no soy capaz. 

Humildad, bendita virtud infravalorada en una sociedad que nos enseña a sobrepasar al otro, a admirar a los que son aplaudidos y a los que tienen poder. Olvidamos que seguramente ellos en muchos momentos de su vida también tuvieron que pedir ayuda.


El problema de esta frase no está en el “Yo puedo” porque es importante sentirme seguro para emprender metas; si tengo miedo, si me siento inseguro probablemente me quedaría en el sitio, no me movería. La falta de control en nuestra vida causa estragos y en grandes cantidades nos puede llevar a depresión o ansiedad.  


El problema está en el TODO. Las generalizaciones normalmente suelen estar equivocadas. Nuestra vida es tan amplia que indudablemente habrá cosas que escapen a nuestro control. La incertidumbre forma parte de nuestra existencia. La incertidumbre frecuentemente conlleva emociones negativas, pero estas emociones debemos aceptarlas como parte de nuestra vida. Como se suele decir la noche implica que habrá día y la luz conlleva sombras. Para vivir una experiencia plena es necesario aceptar ambas.


Por ello si alguna vez te encuentras repitiendo estas palabras en tu mente te recomiendo que pares, que eches un vistazo a tu vida y analices si quizá estás arrastrando cosas que se te escapan, que no vas a poder abordar y sea el momento de pedir ayuda o de soltar algo. Seguro que la próxima vez que alguien te pida ayuda sabrás valorar el importante paso que supone el darse cuenta de que  
“yo no soy capaz”




Elena de Miguel

Psicóloga y coach