jueves, 29 de mayo de 2014

¿Quién soy? Vivir sin máscaras



Desde que somos pequeños vamos adquiriendo roles y desde fuera nos van diciendo lo que está bien y lo que está mal, cuando somos adolescentes adoptamos papeles para encajar dentro del grupo y cuando empezamos a trabajar nos ocupamos de saber bien qué se espera de nosotros para conservar el nuevo empleo. Este proceso es muy útil y forma parte de nuestra adaptación social pero puede que si no nos cuestionamos de vez en cuando lo que somos, y lo que hacemos, acabemos olvidando quién somos realmente.
 
  



 
Te planteo un ejercicio: Coge una hoja y pon en grande la siguiente pregunta: “¿quién soy?” Sin reflexionar demasiado empieza a apuntar las ideas que vengan a tu cabeza, es probable que empieces por algo así “soy un hombre, una mujer que…” escribe hasta que sientas que no te queda nada por decir.
 
Después vuelve a leer lo que has escrito e intenta identificar qué de lo que has escrito es tuyo y qué parte son mensajes que has ido oyendo durante tu vida y con los que no estás muy de acuerdo. Cuando éramos pequeño podíamos oír mensajes como “eres malo”, “mira este chico que responsable”, “nunca para quieto”…
 
 
Todos estos mensajes van formando parte de lo que somos de una forma tan indistinguible que muchas veces no somos conscientes si es nuestro o son mensajes externos.
 
 
A veces también, la vida nos pone pruebas que nos van endureciendo, para no mostrarnos vulnerables vamos cubriéndonos de capas que ocultan lo que en realidad somos. La idea de "soy fuerte o soy insensible" puede que al verla escrita nos parezca un poco ajena porque quizá es un rol que hemos tomado en algún momento por necesidad y no hemos sabido cuando dejarlo atrás.
 
 
 
Otro problema que tiene esto es que nos impide que la gente cercana nos acepte como realmente somos, porque mostramos una imagen diferente a la nuestra.
 
 
A veces, para evitar el rechazo de otros tomamos roles fijos y difíciles de cambiar “el gracioso”, “el que siempre se ocupa de todo”, “el cotilla”… Y al final lo que pasa es que sufre nuestra autoestima porque al no mostrarnos como somos nadie puede aceptarnos y validar nuestro verdadero yo
 
 
¿Qué pasaría si tomas un tiempo para analizar qué eres y qué no? ¿Cómo te sientes a gusto? ¿Qué valores te corresponden y cuáles no?  ¿Con qué conductas te sientes a gusto y con cuál no?
 
 
¿Qué crees que pasaría en tu entorno próximo?
 
 
Al principio puede que a la gente le choque el cambio que implica comportarnos como realmente somos, libre de máscaras y capas, porque ya no somos tan predecibles para ellos, pero para nosotros supone quitarnos un peso de encima, como aquel que lleva una careta que muestra siempre la misma cara y de repente ve que puede reir y llorar, que puede enfadarse, puede decir “no” sin miedo…
 
 
Hoy mi intención desde aquí es que te animes primero a descubrir quién eres y después a experimentar qué se siente siendo auténtico, sin duda te sorprenderá.
 
 
 
Elena de Miguel
Psicóloga y coach

viernes, 23 de mayo de 2014

¿Es lo mismo el dolor que el sufrimiento?




A veces usamos estas dos palabras de manera indistinta “siento un gran dolor, siento un gran sufrimiento”.
 
 
 
Si extraemos el primer significado que aparece en el diccionario de “dolor” se refiere a la sensación molesta y desagradable que se siente en una parte del cuerpo a causa de una herida o enfermedad. Como segundo significado lo relaciona con la tristeza o la pena por algún hecho concreto.
 
 
Cuando buscamos en el diccionario “sufrimiento” nos habla del dolor físico o psíquico que experimenta una persona; en este caso como segunda acepción  nos habla de la paciencia con que alguien soporta una desgracia.
 
 
 
¿Qué conclusión podemos sacar? ¿Implica siempre el dolor, sufrimiento?
 
 
Hablamos del sufrimiento más como la elaboración mental del dolor. El sufrimiento puede surgir a partir del dolor, siendo el dolor un dato real del mundo. El sufrimiento es sin embargo una interpretación.
 
 
 
Aquí nos habla de sufrimiento como paciencia. Podríamos hablar de la paciencia, de quien espera a que el dolor acabe, quizá con resignación ¿qué margen de maniobra nos deja esto? Más bien, poco. Os propondré otro término que me gusta más, el de esperanza. Si hablamos de esperanza, hablamos de una espera en que confiamos que ocurra aquello que queremos, que algo que ahora podríamos considerar un deseo, llegue a materializarse.
La esperanza viene del futuro de creer que voy a superar el dolor, de confiar en mis recursos, de hacerme más grande, para algunos supone ponerse en manos de una divinidad, pero no tiene por qué, algunos en el dolor o por la transformación de este dolor encuentran el sentido de la vida; pero esta transformación no es sencilla porque implica crecer, hacernos grandes en la adversidad. Lo que actualmente se conoce como resiliencia.
 
 
 
Por eso os voy a contar hoy una historia que habla de esto, de cómo lo desagradable, el dolor, está presente en nuestra vida pero si crecemos al valorar lo que seguimos teniendo a pesar de ese dolor. Nos hacemos más grandes y el sufrimiento quedará mucho más diluido en el gran recipiente de nuestra vida que tantas cosas contiene, además del dolor.
 
  




 
Cuenta la historia de un Maestro Hindú, que estaba muy cansado de escuchar las quejas de su aprendiz. Con intención de enseñarle algo, lo envió a buscar algo de sal. Cuando regresó, le pidió que tomara un poco de sal y la echara en un vaso de agua, para luego beberla.
- ¿Qué tal sabe? - preguntó el maestro-.
- ¡Muy desagradable! -respondió el aprendiz-.

El maestro, con una sonrisa en la cara, le pidió que lanzara la misma cantidad de sal al lago. Caminaron a un lago cercano, y el aprendiz arrojó la sal.

- Ahora bebe del lago. ¿A que sabe?
- Fresca -respondió el aprendiz después de tomar el agua-.
- ¿Te supo a sal?
- No, en absoluto.

Entonces, el maestro le dijo: "El dolor que hay en la vida, es pura sal. La cantidad de dolor siempre es la misma, pero el grado de amargura que probamos, depende del recipiente donde dejamos la pena. Así, cuando sientas dolor, lo único que debes hacer es agrandar tu sentido sobre las cosas. Pasa de ser un vaso de agua, a convertirte en un lago."
 
 

Elena de Miguel
Psicóloga y coach

lunes, 12 de mayo de 2014

Aclarando términos II: 5 figuras y funciones distintas dentro de la psicología



Hay diversas palabras que se utilizan indistintamente dentro del ámbito de la psicología y pueden dar lugar a confusiones porque los papeles y funciones que realizan son distintas. Es por ello que en este artículo pretendo aclarar algunas dudas al respecto: ¿Es lo mismo un psicólogo que un psicoterapeuta? ¿Es lo mismo un psicólogo sanitario que un psicólogo clínico? ¿Un coach tiene que ser psicólogo? Sigue leyendo y lo descubrirás.
 





 
 
Psicólogo: Entendemos por psicólogo a la persona que ha realizado la carrera de psicología dentro de sus distintas ramas y puede trabajar en distintos ámbitos como: educativo, trabajo, clínica, salud, social, forense… El ámbito al que se dedique dependerá de la especialización posterior que haya realizado el psicólogo.
 
 
Por lo que si yo estoy buscando un psicólogo debo tener clara la función que quiero que realice para elegir la especialización que me interese. No sabrá lo mismo un psicólogo especializado en psicología jurídica que un psicólogo social o clínico.
 
 
 
Psicólogo clínico: Dentro de las especialidades de psicología, el psicólogo clínico es el único que ha pasado por unas oposiciones (PIR) y que ha recibido una formación reglada de 4 años para poder ejercer en la sanidad pública.
 El especialista en psicología clínica según lo define la ley tendrá las siguientes funciones: Será el responsable de realizar el diagnóstico, evaluación, tratamiento y rehabilitación de los trastornos mentales, emocionales, relacionales y del comportamiento. Es decir aquellas enfermedades mentales que conocemos como depresión, ansiedad, adicciones, trastornos alimentarios, esquizofrenia… Por ello sólo los especialistas serán los encargados de la atención psicológica en estos casos.
 
 
 
Psicólogo de la salud: Es una figura de reciente creación  para realizar unas funciones distintas de las que realizaría un psicólogo clínico. Será aquel psicólogo que realiza un máster en psicología sanitaria. Este máster acaba de crearse, por lo que los primeros profesionales de este ámbito surgirán con la primera promoción del máster.
 
Sus funciones se ejercen sólo en ámbito privado y consisten en la atención psicológica a personas que no tienen un trastorno diagnosticado si no problemas menores que afectan a la adaptación en su vida cotidiana. Por ejemplo situaciones de insatisfacción vital, problemas adaptativos tras algún cambio importante, duelos, estrés laboral...Tendrá por tanto una función de promoción de la salud y prevención de la enfermedad. Para que estos problemas que se inician no lleguen a constituir un diagnóstico que ya tendría que ser atendido por el especialista clínico.
 
 
 
Terapeuta o psicoterapeuta: Aquí hay que tener cuidado en lo siguiente. Aunque podría parecer lógico, lo que se ve en la práctica es que hay terapeutas o psicoterapeutas que no tienen el título de psicología. Se ofrecen tal variedad de cursos dentro de este ámbito que por desgracia no siempre se exige a los asistentes que sean psicólogos o médicos. Por lo que si se quiere recibir una atención psicológica de calidad es importante considerar ese aspecto. Un psicoterapeuta será la persona formada en una determinada corriente psicológica, por ejemplo puede ser psicoterapeuta desde la corriente gestáltica, rogeriana, psicodinámico, sistémico… Esto implica que su modelo de actuación será distinto dependiendo de la corriente en que se haya formado, por ejemplo si es gestáltico prestará más atención a los sentimientos e historia presente de la persona; si es rogeriano potenciará como terapeuta la empatía, autenticidad y congruencia; si es psicodinámico profundizará más en la historia pasada de la persona y si es sistémico se centrará en el marco relacional de la persona.
Hay pacientes que por su manera de ser puede encajar mejor con una corriente u otra por lo que me parece algo importante a tener en cuenta cuando se elige un psicoterapeuta.
 
 
 
Coach: En este caso no es necesario que el coach sea psicólogo, aunque dependiendo del ámbito en que se mueva puede ser peligroso ejercer como coach sin tener ciertos conocimientos sobre el comportamiento humano. Quizá un coach que trabaje dentro de la empresa y sus procesos de coaching sean orientados a mejorar el rendimiento de un empleado aunque tenga que tener conocimiento sobre los procesos mentales y emocionales, no sea tan indispensable como aquel coach que ejerza en el ámbito del life coaching o coaching personal, en estos casos la línea que separa la labor psicológica y de coaching es muy fina y el coach no psicólogo puede toparse con problemas para los que el coaching sin unas bases psicológicas se quede corto.
 
 
 
Espero que esto os haya servido para conocer un poco más el trabajo del psicólogo y os sirva también como orientación a la hora de recibir una atención de calidad; ya que no suele haber mucha información al respecto y como pacientes se debe exigir la formación adecuada a cada profesional, para cada caso.
 
 
 
 
Elena de Miguel
Psicóloga y coach