Desde que somos
pequeños vamos adquiriendo roles y desde fuera nos van diciendo lo que está
bien y lo que está mal, cuando somos adolescentes adoptamos papeles para
encajar dentro del grupo y cuando empezamos a trabajar nos ocupamos de saber
bien qué se espera de nosotros para conservar el nuevo empleo. Este proceso es
muy útil y forma parte de nuestra adaptación social pero puede que si no nos
cuestionamos de vez en cuando lo que somos, y lo que hacemos, acabemos
olvidando quién somos realmente.
Te planteo un
ejercicio: Coge una hoja y pon en grande la siguiente pregunta: “¿quién soy?”
Sin reflexionar demasiado empieza a apuntar las ideas que vengan a tu cabeza,
es probable que empieces por algo así “soy un hombre, una mujer que…” escribe
hasta que sientas que no te queda nada por decir.
Después vuelve
a leer lo que has escrito e intenta identificar qué de lo que has escrito es
tuyo y qué parte son mensajes que has ido oyendo durante tu vida y con los que
no estás muy de acuerdo. Cuando éramos pequeño podíamos oír mensajes como “eres
malo”, “mira este chico que responsable”, “nunca para quieto”…
Todos estos
mensajes van formando parte de lo que somos de una forma tan indistinguible que
muchas veces no somos conscientes si es nuestro o son mensajes externos.
A veces
también, la vida nos pone pruebas que nos van endureciendo, para no mostrarnos
vulnerables vamos cubriéndonos de capas que ocultan lo que en realidad somos.
La idea de "soy fuerte o soy insensible" puede que al verla escrita
nos parezca un poco ajena porque quizá es un rol que hemos tomado en algún
momento por necesidad y no hemos sabido cuando dejarlo atrás.
Otro problema
que tiene esto es que nos impide que la gente cercana nos acepte como realmente
somos, porque mostramos una imagen diferente a la nuestra.
A veces, para
evitar el rechazo de otros tomamos roles fijos y difíciles de cambiar “el
gracioso”, “el que siempre se ocupa de todo”, “el cotilla”… Y al final lo que
pasa es que sufre nuestra autoestima porque al no mostrarnos como somos nadie
puede aceptarnos y validar nuestro verdadero yo
¿Qué pasaría si
tomas un tiempo para analizar qué eres y qué no? ¿Cómo te sientes a gusto? ¿Qué
valores te corresponden y cuáles no?
¿Con qué conductas te sientes a gusto y con cuál no?
¿Qué crees que
pasaría en tu entorno próximo?
Al principio
puede que a la gente le choque el cambio que implica comportarnos como
realmente somos, libre de máscaras y capas, porque ya no somos tan predecibles
para ellos, pero para nosotros supone quitarnos un peso de encima, como aquel
que lleva una careta que muestra siempre la misma cara y de repente ve que
puede reir y llorar, que puede enfadarse, puede decir “no” sin miedo…
Hoy mi
intención desde aquí es que te animes primero a descubrir quién eres y después
a experimentar qué se siente siendo auténtico, sin duda te sorprenderá.
Elena de Miguel
Psicóloga y
coach