Normalmente
cuando alguien acude a terapia o a coaching tras la demanda inicial viene
encubierta la idea del cambio. Unas veces de una manera más clara y otras de
una forma más difusa.
“Me siento triste → Me gustaría sentirme
mejor” “Quiero
encontrar o cambiar de trabajo” “Tengo muchas discusiones con mi pareja → Me gustaría que mi relación de pareja sea
más armoniosa”. Estos son algunos ejemplos
pero lo cierto es que hay tantos procesos de cambio como personas.
Sin embargo
esto no es un camino de rosas, aunque la persona puede ir viendo a lo largo del
proceso que lo que necesita es un cambio normalmente nos resistimos a ello.
Esto no ocurre sólo cuando se acude al psicólogo, si no que en nuestra vida
vemos constantemente como nos aferramos a modos de actuar o responder que
pueden resultar disfuncionales.
¿Por qué ocurre esto?
Como suele
decirse coloquialmente “más vale malo
conocido que bueno por conocer”. Este dicho tiene un poco que ver con lo
que nos pasa. Frente a una respuesta nueva que no conocemos, que tendríamos que
empezar a construir de 0 y que no sabemos cómo puede resultar, los hábitos se
imponen perpetuándose en el tiempo, porque al menos con un hábito sabemos el resultado
que vamos a obtener, aunque no sea del todo bueno.
A menudo la misma idea de querer provocar el
cambio tiene como resultado el efecto contrario. Esto puede verse de forma muy
clara en las personas que quieren dejar de fumar y una y otra vez vuelven a lo
mismo. Deciden ponerse manos a la obra sin ningún análisis previo de lo que les
pasa y muchas veces la ansiedad que conlleva un cambio de tales dimensiones les
lleva a desistir.
¿Qué podemos hacer?
Cuando no
sabemos muy bien lo que nos pasa ahora, lo único que tenemos claro es que
queremos cambiar, salta a la vista que
nos falta información.
En el caso de
un fumador por ejemplo, antes de proponerme dejarlo puede ser adecuado dedicar
un tiempo a observar en qué ocasiones
fumo más: contextos, personas, circunstancias emocionales… Al tener más datos
me será más fácil combatirlo.
Si es algo
menos evidente como determinadas formas de actuar o pensar, el proceso es algo
más complejo, pero no deja de ser el
mismo. Dedicar tiempo antes de saltar al cambio a observar el proceso que
quiero cambiar: mis pensamientos, mis conductas, mis emociones, con qué
personas me pasa…
Una vez que
somos conscientes del proceso que queremos cambiar, sabremos CÓMO ocurre. No es
tan importante saber el ¿por qué ocurre? Que sin embargo parece que es siempre
en lo que más energía gastamos “¿Por qué
me pasa a mí esto?” “¿Por qué soy así?” El no tener respuestas sobre esto
puede frustrarnos más que ayudarnos y desde luego no es imprescindible para
cambiar.
Lo
verdaderamente importante es ¿cómo ocurre? Y ¿para qué ocurre? Esta segunda
pregunta es más difícil de contestar pero muy importante. Cualquier conducta, pensamiento, interacción
que realizamos la realizamos para lograr algo del medio.
¿Para qué llora un niño? Para obtener la
atención de su madre
¿Para qué
discute una pareja? Para imponer su punto de vista, para conseguir algún
beneficio…
Los motivos
pueden ser múltiples pero es necesario ser sinceros con nosotros mismos y ver
cuál son los motivos últimos que perseguimos con esas actuaciones. En
psicología solemos hablar de beneficios secundarios, en definitiva son aquellos
beneficios más o menos ocultos que pueden estar detrás de una conducta
aparentemente sin mucho sentido.
Una vez que
sabemos ¿cómo ocurre? Y ¿Para qué ocurre? Tendremos que analizar ¿qué queremos
cambiar y qué no? Quizá tras analizar esos “beneficios secundarios” nos demos
cuenta que hay cosas que queremos conservar y por tanto no vamos a cambiar. O
tras nuestros análisis podemos darnos cuenta que hay ciertas cosas que no
dependen de nosotros. En ambos casos la actitud sería ACEPTACIÓN. Aceptar esas
partes que por el momento ni podemos, ni queremos cambiar.
Después de este
análisis tendremos claro aquello que sí queremos cambiar y el proceso completo
de cómo ocurre. Alterando este proceso conseguiremos ese esperado cambio.
Por ejemplo si
quiero dejar de fumar y sé que fumo más cuando tomo café puedo evitar tomarlo,
puedo evitar llevar tabaco cuando tomo café…
Si me doy
cuenta que discuto con mi pareja cuando tocamos determinados temas, puedo poner
especial atención para cortar las discusiones cuando surjan estos temas. O si
sé que mi motivación es llevar razón, puedo proponerme ceder en alguna cosa.
Como veis el
cambio es un largo proceso que requiere un análisis previo y podríamos resumir en:
“Darse cuenta” poner atención a aquello que quiero
cambiar siendo consciente de sus elementos más simples.
Averiguar para
qué lo hago, que me motiva a seguir manteniendo esa conducta.
Aceptar aquello
que no quiero o no puedo cambiar.
Con todos los
datos que obtengo iré modificando los componentes (situación, personas,
conductas, pensamientos…) que intervienen en ese proceso.
No dejes que
tus hábitos te dominen y conviértete en el dueño de tu vida. Como comentaba
hace poco por aquí: Cambiar requiere hacer algo distinto.
Elena de Miguel
Psicóloga y
coach