Si miramos a nuestro
alrededor parece que hay dos sentimientos que nos rodean: la desesperanza y la desmotivación. Desde
estos estados es muy difícil decidirse a intentar algo y muchas veces ponemos
la excusa de es que tal cómo están las
cosas…qué voy a hacer yo.
Ciertamente hay parte de la situación actual que escapa a nuestro control pero
nosotros siempre podemos hacer algo.
Cuando una persona no tiene sus necesidades básicas cubiertas
es muy difícil pensar en nada más,
su vivencia diaria se dirige solamente a sobrevivir, sin esperanzas en el
futuro. Desgraciadamente en esta situación se encuentra cada vez más gente a la
que no le queda otra que recurrir a la ayuda comunitaria.
Pero si lo pensamos
bien, la mayoría de nosotros, por suerte no estamos en esa situación. Sí
tenemos esa seguridad mínima y aunque
quizá a veces nuestro futuro sea incierto, en general tenemos esperanza.
¿Por qué no nos movemos entonces?
Pues muchas veces por miedo a ese entorno en el que nos
encontramos sumergidos, a arriesgarnos o
equivocarnos con la que está cayendo y otras veces también porque no sabemos dónde dirigirnos.
Lo primero por tanto,
antes de ponerme en camino es tener una
META, sin una meta somos como el
marinero que está en medio del mar sin brújula. Con una brújula siempre
sabremos cual es el Norte.
¿Y qué es imprescindible que tenga una meta?
-
Debe ser específica
-
Debe contener una acción
-
Realista
- Debe ser medible, objetiva en la medida de lo posible
- Debe inscribirse en un periodo temporal
-
Debe suponer un desafío pero sin sobrepasar nuestros recursos
-
Debe ser motivante, debe gustarme
Por ejemplo una meta
podría ser:
Incrementar un 10% las ventas de mi negocio en un plazo de 3 meses
Entonces debería analizar
los parámetros anteriores:
¿Es algo específico? Parece que sí
¿Contiene una acción? Sí, lo que quiero es
incrementar mis ventas
¿Es realista? Pues tengo esperanza en que
así sea (aquí deberé establecer un plan
de acción de cómo voy a lograr ese objetivo y ver si es realista)
¿Es medible? Sí un 10% más de lo que tengo
ahora. Esto no es tan claro en todas las metas pero sí intentar que en la
medida de lo posible sea objetivo para saber cuándo lo he conseguido.
¿Tengo un periodo temporal? Sí, 3 meses
¿Es para mí un desafío sin superar mis recursos? Sí
(aquí debería analizar primero cuales son mis recursos tanto internos como
externos y si no dispongo de ellos ajustar mi meta a ellos.)
¿Me motiva? Por supuesto
El hecho de tener una
META a uno ya le da una guía de viaje,
y en sí mismo resulta motivante y mejora nuestro nivel de bienestar. Nos permite aprender, crecer, comprometernos con
algo y genera acción. Además nos va
proporcionando feedback al analizar
si nos estamos acercando a esa meta o por el contrario nos alejamos.
Así que ya sabes antes
de ponerte en marcha, ten claro el objetivo al que te diriges. Cuando lo tengas claro y hayas llevado a
cabo este análisis que te propongo ya no hay más excusas es el momento de ir a
por ella.
Elena de Miguel
Psicóloga y coach
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